Suerte y lotería, por Víctor Prieto Osés |
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Hablamos de la suerte como de un
acontecimiento que ha favorecido
a una persona y que, seguramente, era improbable. Y así decimos
que a uno le ha tocado la lotería porque tiene mucha suerte. La
suerte plantea fuertes interrogantes filosóficos. Y lo hace porque pone
en juego una pregunta fundamental sobre el orden de los acontecimientos:
¿ lo que ocurre está predeterminado o, más bien, sucede por azar ? O
dicho de otro modo: ¿ la suerte es una marca de nuestro destino o, al
contrario, el destino es ciego al señalar a los afortunados.? Pues,
¿ quién no se sentiría tocado por el destino si, de repente, la
fortuna de un billete de lotería lo hiciera multimillonario ? Muchas
veces decimos: " no me ha tocado
por un número". El dedo del destino, en esa situación, pasó a
nuestro lado; ¡ pero no nos tocó!
Pasó de largo hacia otra persona, esa que tuvo la suerte de ser tocada
por el dedo del destino. ¿
Realmente el destino señala a los afortunados con la marca de la
suerte? Pero la lotería puede tocarle a cualquiera, eso decimos.
Nuestro número es uno más en el gran bombo de todos los números en
juego. Sólo hay que jugar. Y jugando, uno se arriesga a ser tocado o a
ser rechazado. La
probabilidad de que a un jugador le toque el primer premio no es mínima,
sino ínfima, del grado de las milésimas . Pero a uno le tocó y se
llevó los millones. ¿ Y qué hizo ése bien ?
¿Por qué se mereció el premio ? ¿ Por qué no le tocó a otro
más necesitado ? La suerte
plantea, en este ejemplo, una especie de injusticia distributiva. El
premio no se lo llevó el mejor, sino cualquiera que compró un décimo.
Jugamos
a la lotería con la ilusión de salir de donde estamos. Con unos
cuantos millones dejaríamos de trabajar, terminaríamos de pagar la
hipoteca del piso, compraríamos ese coche de lujo y nos retiraríamos a
Benidorm a vivir el resto de nuestros días, abandonando la fábrica y
sus horarios. La
suerte, quizá, es el más liberal de los acontecimientos humanos .
Todos tenemos las mismas oportunidades de ganar en el momento en que
compramos nuestro número; hasta aquí
da igual las diferencias de sexo, religión, morales o físicas.
Todos somos una probabilidad semejante antes del sorteo. Pero
el sorteo, el baile de números en la esfera de metal, dicta sentencia,
y la suerte señala al elegido por el destino. Nuestro agraciado amigo
ya no vendrá más en el autobús de la fábrica ; vive en una
urbanización de lujo a orillas del Mediterráneo, desde donde mira,
cada mañana, el balanceo de su yate en Puerto Banús. |