“ Si la muerte pisa mi huerto...”  

por Maite Segura Corretgé



Toca reflexionar sobre la muerte (¡vaya temita!), como si fuera algo sencillo, como si se tratara de un asunto más entre los muchos que nos (pre) ocupan. Además, siendo la muerte algo que siempre le acontece a otro alguien que no soy yo, ¿cómo poder describirla o analizarla, en este folio filosófico, si me resulta tan extraña, tan ajena y tan alejada de mí, puesto que nunca la he experimentado en mí misma?.

¿Pero se puede no estar de acuerdo con Epicuro, cuando afirma que de la muerte nada concreto puede pensarse porque “...cuando ella está..., tú no estás y cuando tú estás..., ella no está”.?.

Aunque pensándolo mejor tengo que confesar que no estoy plenamente convencida de lo anterior, sino que más bien soy de las que creen que ella está siempre contigo y que viene en el mismo lote en el que se te entrega la vida, o como diría un catálogo publicitario actual, está en el mismo “pack”de la vida, al grito de: ¡ “2 x 1, señora, no deje pasar esta oportunidad única!” 

En modo alguno, puedo pasar por alto que el sentido entero de la existencia humana, nuestro preciado ser-en-el mundo, está indisociablemente unido a la significación que le demos a su propio cese, es decir, a su dejar de ser en este en el que está y su ... ¿estar-en-el-otro? (¡que Heidegger me perdone por jugar con su “ Da-sein”!).

Soy consciente de la relevancia del tema y de que toda la historia del pensamiento no es sino un cuestionarse sobre el sentido de la vida y, por ello mismo la Filosofía entera se torna en meditación sobre la muerte, como bien dice “El de las anchas espaldas”, más conocido como Platón.

De esta manera, todos los pensadores, bien antiguos, bien modernos, ya sean estoicos, epicúreos o escépticos, bien platónicos o aristotélicos, agustinianos o tomistas, empiristas, racionalistas, ilustrados, criticistas, idealistas, hermeneúticos o existencialistas..., no han dejado de interrogarse en mayor o menor medida sobre ella:

¿Tiene la muerte entidad propia o más bien su ser, como la nada, consiste en no-ser?.

¿Es un mero accidente?, ¿Es un fenómeno, una mera propiedad biológica (o más bien, añado yo, biologicida)?, ¿un ente de razón?, ¿en qué consiste?-

¿Hay que temerla?. ¿Por qué provoca angustia y dolor?

¿Somos pura materia corruptible o tenemos alma transcendente e inmortal?

Y ya, para terminar, por si no fueran suficientes las preguntas formuladas, añadiré una nueva lista, a las que también me gustaría dar respuesta, bajo la forma de una hermosa canción de Joan Manuel Serrat, que si no recuerdo mal dice así:

 

 “ Si la muerte pisa mi huerto

quién firmará que he muerto

de muerte natural.

Quién pondrá un lazo negro

al entreabierto portal.

Cuál de todos mis amores

ha de portar unas flores

para mi funeral.

Quién será ese fiel amigo

que morirá conmigo

aunque sea un tanto así.

Y quién mentirá un padrenuestro y

a rey muerto, rey puesto

pensará para sí.

Quién me traerá crisantemos

el primero de Noviembre

al caer

la última hoja

en mi calendario”.