Fútbol y espectáculo
por Víctor Prieto Osés



 

Al final, nos queda el fútbol.

   No se crean ustedes que el fútbol es tan sólo un deporte sino, mas bien, el espectáculo de masas por excelencia.

   La historia nos enseña que toda sociedad ha tenido  su gran espectáculo. En Grecia eran la Olimpiadas, en Roma la lucha de gladiadores, en la Edad Media las hogueras inquisitoriales. La sociedad se rodea en torno al Gran Espectáculo. Este nos atrae a su presencia con su esplendor, rituales y aclamaciones. El Espectáculo es para disfrutar, estar atentos, aplaudir o denegar favor. La persona, durante el espectáculo, se convierte más en sí misma, pues puede desarrollar opiniones, pasiones, tendencias inconscientes, en fin, desahogar toda la insoportable levedad del ser.

   En tiempos del Dictador, decían los vanguardistas que el fútbol era la adormidera que el  Régimen promovía para evitar la revolución. Ser progre en los años setenta era, sobre todo, decir que se odiaba el fútbol, era una especie de contraseña secreta entre los antifranquístas. Por supuesto que los progres iban al fútbol, pero sólo para entretenerse, no para aceptar el sueño eterno.

   Hace poco tiempo  los jugadores del Real Madrid hicieron una gira por Oriente.  Y chinos y japoneses les esperaban con banderines del club en los aeropuertos. Recibían aclamaciones y gritos entusiastas de adolescentes y adultos. Y me pregunto, ¿ cómo es posible explicar estos recibimientos? La respuesta quizá sea que el fútbol se ha convertido en  un deporte universal, donde individuos, pueblos y naciones se asocian en la Gran Patria del Espectáculo Total.

   Y nosotros, seres pensantes y personas razonables,  que estamos preocupados por el destino de los jóvenes, por su honestidad, por conseguir  que tengan una mente crítica y responsable, ¿ permitiremos  que el Espectáculo los hipnotice y los aleje de los problemas reales del mundo?  Por mi parte, bienvenido sea el Espectáculo. Seguramente el fútbol  no sea una afición sublime y elevada, pero ejerce implícitamente una gran labor educativa, sobre todo, precisamente, entre la juventud. Me explicaré.

     El fútbol pone en juego a dos grupos rivales que pretenden un  mismo logro: el éxito de su empresa. Para ello tienen que respetar unas normas básicas de no violencia  y atenerse a un reglamento. Además, el fútbol que triunfa es el de aquél grupo que coordina estrategias, tiempos y esfuerzos. Y donde el individuo entra a formar parte de una organización estructurada  para cumplir una función específica: portero, delantero, etc.

   Este conjunto de ingredientes, visionados en su conjunto por el joven suponen una explícita formación de su carácter. Pues el joven entenderá que gracias al esfuerzo, la corrección, estrategia de grupo y la especialización en una labor concreta, se adquiere el triunfo honesto.

  Pero no se trata sólo de la educación de nuestra juventud. Si me lo permiten iré un poco más allá y a afirmaré que el fútbol, hoy en día, permite ir entretejiendo entre comunidades, países y continentes unos lazos de contacto que son vitales para la socialización mundial.

   Pues,  ¿ dónde puede encontrar un lugar común la humanidad? ¿En las guerras?  ¿En las luchas económicas? ¿En la competencia neoliberal? Sabemos que no.

   Sin  embargo, el fútbol, como Espectáculo  Total, permite - aunque sea en el espacio ficticio del televisor- reunir en un mismo interés y admiración a los pueblos del mundo.

   Terminaré con una pequeña idea: si a su hijo le gusta el fútbol, anímele, y si le sale futbolista consuélese pensando que en el mundo del fútbol  no existe el paro.