Mis once neuronas preferidas,

por Xabier Agirre Urteaga.

  ¿ Qué sucedería si, de repente, por un capricho del destino, el fútbol desapareciera de la faz de la tierra? Para muchos dejaría de existir el tema que tiene ocupado el 90% de su tiempo y el 95% de sus neuronas. El vacío que sentirían sería tal, que muchos enfermarían por falta de actividad mental, una patología que bien podría denominarse hipopsiké. Los primeros síntomas serían un aburrimiento repentino, y un constante mirar al reloj. Lo siguiente, un sentimiento de opresión y de que las paredes de la sala de estar de estrechan y de que el techo se acerca al suelo. El único remedio eficaz pasa por volver a ocupar ese tiempo y esas neuronas en una. actividad sustitutoria.

Es un hecho incontestable que todos tenemos una ocupación preferente para nuestro tiempo de ocio. En el mejor de los casos puede coincidir con la ocupación remunerada. Pero, en la mayoría de las ocasiones, esa ocupación ociosa se limita a servir de válvula que libera las presiones que sufrimos en el negocio, en el no ocio, como nos aclara la etimología. Algunos gastan su tiempo leyendo, otros viendo compulsivamente la televisión, y otros cuidando su coche, su mascota o su huerta como si la vida les fuera en ello. Algunos, los futboleros, se preocupan de saber qué dolencia muscular leve hace renquear al defensa de su equipo, o se enfrascan en las estadísticas que indican que un tercio de los goles recibidos por el próximo rival de su equipo procedía de lanzamientos desde fuera del área.

Si el fútbol desapareciera, la hipopsiké haría mella en su salud, y deberían encontrar el sustituto que compensase este vacío. Quizá fuera otro deporte; el baloncesto, tal vez, pero, ¿quién se aprende de golpe otro medio centenar de nombres y sus correspondientes vicisitudes? Haría falta un período de adaptación tal, que podría haber un gran número de bajas en las filas de los seguidores de los deportes‑espectáculo. No todos podrían superar la dura prueba migratoria.

Imaginemos que muchos se dedicaran a actividades ilustradas y de pensamiento crítico. Que leyeran una media de un libro por semana, que hicieran deporte casi todos los días y que acudieran regularmente a cursillos que les mostrasen nuevas posibilidades creativas; pintura, escritura, macramé, bricolaje, meditación,... hay muchas. En fin, que todos fueran felices y plenamente realizados. Misión cumplida.

Los efectos secundarios también serían importantes y, quizá, recomendables para su salud. Sin fútbol, ya nadie sufriría una taquicardia tras un gol en el último minuto, ni maldiría como poseso a causa de una dudosa decisión arbitral. Nadie desearía que la semana avanzase con rapidez, y se viviría plácidamente sin estrés ni mal humor. Misión cumplida.

Este nuevo Utopía sin fútbol es el objetivo de un gran número de bienpensantes que creen que dedicar tantos esfuerzos y sufrimientos a un espectáculo tan ridículo (definido gráficamente como veintidós hombres en calzoncillos dando patadas a un balón) es alienante, esto es, que no es propio del hombre. Estos mismos denunciantes tienen ocupado el 90% de su tiempo y el 95% de sus neuronas en buscar entes alienantes, y, sin embargo, no piensan que ellos mismos estén alienados... Como si husmear en la basura fuese el acto humano por excelencia.

Yo no me apunto a ese Utopía, y también me niego a cambiar la información de mis once neuronas preferidas. Aquellas que guardan once nombres gloriosos, y que tanto me hicieron sentir y vivir.  Arkonada; Zelaieta, Kortabarria, Gajate, Olaizola; Diego, Alonso, Zamora; Idigoras, Satrustegi y López Ufarte. Éstas son mis once neuronas preferidas: