De esferas, fútbol y otras
nadas,
por José Ramón Urío Bengoechea |
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Pensar más allá del bien y del mal, no criticar, no alabar, solo comprender. Ese es el premio –maravilla de maravillas- del filósofo. Más allá, por tanto, de la crítica opiácea o de la aceptación más o menos graciosa del intelectual reconvertido en humano. Tal vez más acá. Es el asombro ante la esfera, la atracción invencible del círculo, la ligereza de pelotas y balones, los ideales matemáticos, la astronomía soñada, filosofías antiguas de antes de la filosofía, mitos donde diosas incuban huevos redondos, ciencias modernísimas que hablan de un universo esférico, psicólogos que ven en esta forma el vientre deseado de la madre y de la esposa, el lugar de la vida masculina, también curvo y redondo, deportes antiquísimos y variados, juegos exóticos e inventados, diversidad infinita de movimientos, soporte de máquinas de velocidad, una, dos tres o cuatro, a veces más, ruedas esféricas, esfera, imán increíble para niños en la plaza, adolescentes en la cancha, jóvenes atrayendo pantallas, maduros y viejos ante ellas, mujeres que desean poseer curvas –ser imanes- pero odian movimientos masculinos, mujeres que imitan los deportes relatados, con raquetas, con pies, manos y cabezas, esferas, mil esferas, infinitas esferas, la música de las esferas, la atracción de la curva, el intento de volver al paraíso anterior a esta nuestra irracional razón que nos domina. Aquí el fútbol, el béisbol
de allí u otra asunto como la mano entre los vascos y las palas.
Siempre el cromlech – circular, esférico- de Oteiza, la nada,
el todo, el refugio, el ser, el sueño, la esperanza. Triunfos
diferentes, sí, mas en nuestro superficial mundo es el balón jugado
con los pies –excepcionalmente con cabeza y manos- quien triunfa. El
gran imán de las masas masculinas compitiendo con sentimientos de
cotillas –de esto habla-remos otro día-, generando papeles de
millones, pantallas sin descanso, discusiones infnitas, luchas y
amistades, identidades políticas, amores y violencias, críticas de
abusos y manipulaciones, aceptaciones a medias con sonrisas,
incredulidad ante la potencia increíble de
esa esfera recorriendo
paradisíacas praderas de verdor, deseada
por jóvenes atletas, símbolo , casi más que el viejo verso del poeta,
de tanto alrededor. Pero fuerza cierta.
Intentos miles de explicación: atracción de la madre simbolizada en el
portero, religión más verdadera que ninguna, recuerdo
del origen infinito del big bang, de la idea platónico-pitagórica, de
los astrónomos renacentistas, intuición de ciencias de hoy, sustituto
de la guerra y de la política, trabajos de compañeros y de equipos
contra la soledad, identificación con el héroe, con el grupo, con la
peña, con la tribu, única escapada de la soledad para los raros,
polichinela para el crítico progre intelectual, camino increíble hacia
el origen y el final, señal anterior al ser, llamada del misterio. Algo muy profundo debe anidar en la pelota para tanto éxito y lucro, tan profundo como lo que ignoramos de nosotros, tal vez solo debamos criticar el adocenamiento y la falta de pensamiento pero no su ser, que parece necesario, que se siente que las semanas sin fútbol serían tanta catástrofe como los viejos domingos sin sus misas. Ciertamente más, que las misas casi se fueron y no generaron las protestas que hubo cuando se creyó que el pago de la tele acabaría con la posibilidad gratuita de su gozo. Sólo queda una esperanza de comprensión: en el privilegiado lugar del portero, cancerbero, guardameta, privilegio de la contemplación que no olvida los hechos, privilegio del tiempo para la reflexión, posesión de la vista panorámica, soledad última, la clave última del posible sentido de este fútbol que no cesa. ¡Lástima que la sociedad no lo ve así, lástima que, otra vez, se vaya el dinero a los lugares de la inconsciencia violenta, lástima que no llegue nunca el tiempo de admirar a la conciencia! |
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