La gran presencia del amor, 

por Víctor Prieto Osés

 

¿ Se han dado cuenta que muchas de las canciones que suenan en la radio o que oímos en cd´s hablan del amor?  ¿Y que cualquier película que alquilamos en el video-club trata igualmente de alguna aventura amorosa  ? Los medios de comunicación de masas, como la televisión, emiten programas específicos para hablar de los famosos y de sus cuitas amorosas. Y si acudimos a las revistas ¿ quién no conoce el Hola donde se ventilan matrimonios, separaciones y un sin fin de subtemas relativos, como no, al amor  ?

    El amor nos rodea. Desde lo público hasta lo privado está presente en nuestra vida. ¿ Quién no se ve obligado  a enamorarse, con quince años, de su vecina adolescente, con la que coincide en la parada del autobús  ? ¿ O quién, ya de joven, no recorre interminables noches y bares en busca de su alma partida ?

   ¿ A qué se debe tamaña presencia del amor? El amor se asemeja a una bruma invisible capaz de invadir al conjunto de la sociedad y a sus mecanismos. No sólo amamos, además - con suerte- somos amados a veces. No sólo actuamos por amor sino que, en ocasiones, hacemos lo imposible por  conseguir el amor de otra persona.  Aunque también, por despecho, odiamos después de amar. Y el odio nos hace insoportables hasta que, cediendo ante una nueva relación, volvemos a la esperanza del amor.

   Existen varias teorías para explicar la gran presencia del amor en nuestras vidas. Para el psicólogo el amor recibe su fuerza de las endorfinas, esas substancias placenteras segregadas por ciertas glándulas del cuerpo que se ponen en acción cuando estamos con el ser amado. Así, estar  enamorado es una situación placentera que se prolonga gracias a la estimulación glandular. Esta teoría mecanicista puede explicar porque permanecemos enamorados, pero no lo esencial desde mi punto de vista, esto es, porqué nos enamoramos o " caemos en el amor", como dicen los ingleses.

   Para el antropólogo, el amor es  la idealización personal y social de la necesidad biológica de la reproducción humana. De esta manera, el amor no es mas que el inicio fantasioso tras el cual los humanos, caídos en la trampa de la fantasía, reproducimos la especie.

   Sin embargo para el filósofo - siempre atento al conjunto más amplio de explicaciones- el amor posee una raíz cósmica. Esta explicación, de origen clásico, posee variantes importantes de las que nos habla  Heráclito, Platón, Pitágoras. Pero de todas ellas yo prefiero, por su belleza, la que elaboraron los estoicos más antiguos.

   Para  éstos, existen dos clases de amor, el universal y el humano. Siendo el segundo un reflejo del primero.  Así, el amor universal es una cualidad que posee el conjunto del Universo y que le permite existir en orden y regularidad. Gracias al amor universal los planetas se mueven dentro de sus órbitas sin interrumpirse mutuamente y recorriendo cada uno de ellos su propia elíptica. Pero no sólo el amor influye en los planetas, sino también en el mundo vegetal y en el animal. En virtud de ese amor las plantas son alimentadas por la luz del Sol así como los animales encuentran su  alimentación espontáneamente en la naturaleza.

   A parte de sus manifestaciones en los reinos físico, vegetal y animal, el amor universal posee, según la tradición estoica, una existencia musical. Pues el conjunto de las manifestaciones  del amor engendra una Armonía Universal  que se expresa en una música que recorre todos los espacios siderales. Y nosotros, los humanos, podríamos oír semejante armonía musical de no ser porque nos hemos vueltos sordos debido a nuestras obligaciones cotidianas que nos han hecho dejar de pensar  en lo que está más allá del cielo protector.

   El segundo tipo de amor, el humano, es una parte del universal y, al igual que aquél, existe gratuitamente. El amor humano tiene su base, piensan los estoicos, en la cualidad natural de la simpatía, un fluido que rodea a las personas y que tiene la propiedad de acercarnos mutuamente, bien para relacionarnos, para tener amistad o bien, en grado sumo,  para estar enamorados.

   Pero, ¡ ay !  la simpatía  es casi siempre ignorada, apartada y olvidada por las personas. Y quien la ignora  es nuestro egoísmo y amor propio. De ahí que el amor tenga, cada vez y en cada persona, que ser redescubierto, recuperado. ¿ Y cómo? mediante la apertura al otro, a ese otro que nos mira. Si aceptamos su mirada volvemos al reconocimiento, al amor.

  Apertura, simpatía, amor: ¿ no se oye ya la armonía musical del encuentro?