Acerca del amor
por José Ramón Urío Bengoechea

  Amor. Escuchamos la palabra amor y se remueven las cavernas más profundas del cuerpo, las ideas se alían con creencias, las vorágines con luces y los sentimientos mezclan paraísos con infiernos, esperanzas increíbles con temores sin sentido, imágenes de felicidad y vida con muerte con desgracia, un deseo indefinible y un saber que no es posible. Oímos la palabra amor y podemos escribir cualquier cosa según el momento vital en que anidemos. Puede ser primavera y hacer versos de luz, ser verano y navegar en cuerpos placenteros, vivir otoño y armonizar placer, desencanto y sueño, estar en el final del invierno y soñar con una noche loca al lado de una adolescente virgen. O se puede permanecer en el caos generando, como siempre, estrellas luminosas o noches sin futuro.

Porque es la locura del caos, las mil voces que resuenan en mi cerebro (el recuerdo de la pérdida de la razón tras tanta lectura y poco sueño, los mitos infinitos, la ilimitada obra de la razón,  sí, mas también sus detractores, más, muchas más) la que me tienta con la ignorancia docta y el olvido en el descanso –donde habite el olvido en los vastos jardines sin aurora-, el silencio del nirvana, la ciencia trascendida y la palabra amor preñada de deseo y ávida de generosidad. Es el deseo de romper los insoportables límites de la razón, navegar de una vez sin rumbo ni esperanza mediante la droga antigua o en la muerte.

Un vacío lleno de imágenes de mujeres en lencería cara y fina -fetichismo, modernidad y publicidad obligan-, tálamos lujosos con gemidos y placeres, un vacío cuántico que fluctúa como el que generó nuestro universo y ahora promete generar vida sin voluntad ni remedio, placeres con sus culpas no entendidas, promesas y recuerdos, traiciones , lealtades, sueños, realidades, pechos, cavernas, bosques, árboles, vacío, caos, cueva de nuevo llena y creadora, húmeda y placentera, cálida y amenazante, deseada y temida, vida y muerte, madre, esposa y diosa. Terremoto, maremoto y aeromoto.

Mas también una luz sin límite que es conciencia, una luz que nos hace, por tanto, ser amor, generosidad sin freno, energía universal, sabiduría última, conocer lo que han llamado mística, metafísica,  paraíso, edén, alucinación  y  gloria. Toda la substancia de la divinidad pero con la amenaza cierta de la noche oscura -que nada puede durar demasiado, que por mucha sinfonía que soñemos es el caos el destino que tenemos. Resurrecciones ciertas que ayudan a vivir  las noches terribles del paréntesis entre los pocos milagros que hemos de saber en esta vida, esperanzados sin remedio en que lo fue será pues el ser no puede dejar se ser aunque se oculte.

Amor: contradicción pura, deseo de egoísmos infinitos, generosidades sin  límite, pobreza absoluta pero riqueza suma, lo más bajo y lo más alto, el camino del instinto animal y las pasarelas del cielo, la ignorancia absoluta y el saber perfecto, la dicha hecha carne, la desgracia del infierno, la conciencia de nuestro fin, la seguridad de una vida que jamás termina,  biología y metafísica, inconsciente junto a claridad total, esclavitud  esencial mostrando la  libertad suprema, sometimiento al gen egoísta que nos usa mientras dirigimos los caballos por las praderas que creamos. Amor, esposo de la belleza, belleza, esposa del amor. Promesas y fracasos. Arte y maquillaje, decoración y gusto, sudor, lágrimas, descontrol y suciedad, valoración y vida, olvido y muerte, caos y explosión, luz y creación, generosidad que se paga con la muerte, egoísmo con la vida de quien viene, porque amor es la locura del caos, el que nunca revelará sus secretos, por-que amor es la lucidez de la estrella, el lugar único del saber que no termina. Amor.